Viñetas con acento: La historia del cómic en Italia
- Eduardo Montoya
- hace 6 horas
- 2 Min. de lectura
Entre trazos en blanco y negro que atraviesan generaciones, Italia ha construido un legado singular en el mundo del cómic. Desde los primeros personajes nacidos en las páginas de periódicos hasta las novelas gráficas contemporáneas, el fumetto —como se le llama en italiano— no solo ha sido entretenimiento, sino también vehículo de crítica social, arte visual y reflexión cultural. Su historia está marcada por una capacidad de adaptación que ha sabido dialogar entre generaciones.

Todo comenzó a principios del siglo XX, cuando personajes como Bilbolbul, creado por Attilio Mussino, hacían reír a los más pequeños con su humor ingenuo. Pero la verdadera explosión llegó tras la Segunda Guerra Mundial, los italianos no solo reconstruyeron sus ciudades, también reinventaron sus historias. En los años cincuenta y sesenta, los quioscos se llenaron de comics que ofrecían aventuras trepidantes, dilemas morales y una mirada crítica al mundo. El fumetto se convirtió en un fenómeno editorial que cruzaba fronteras y edades.

Uno de los grandes personajes de esta época es Tex Willer, el valiente vaquero del oeste creado por Gian Luigi Bonelli y Aurelio Galleppini. Su espíritu justiciero, sus paisajes áridos y sus duelos bajo el sol cautivaron a lectores durante décadas. Luego llegó Dylan Dog, detective de pesadillas y experto en lo sobrenatural, nacido de la mente inquieta de Tiziano Sclavi. Con su aire melancólico y su Londres llena de monstruos, conquistó al público adulto que buscaba algo más que superhéroes. Y por supuesto, Corto Maltese, el marinero romántico e irreverente ideado por Hugo Pratt, que navega entre aventuras filosóficas, referencias literarias y paisajes oníricos.

Hoy, el fumetto italiano vive una nueva edad dorada. Festivales como el Lucca Comics & Games —el mayor evento de su tipo en Europa— reúne a autores, editoriales, fanáticos y cosplayers. Nuevas generaciones de dibujantes y guionistas, como Zerocalcare, Gipi o Fumettibrutti, han renovado el panorama con obras que abordan temas como la migración, la precariedad laboral, la identidad de género, la salud mental o la memoria colectiva, todo ello con un lenguaje íntimo y cercano que conecta con lectores jóvenes y adultos por igual. Además, muchas de estas historias han dado el salto al cine, la televisión o las plataformas digitales, demostrando que el cómic italiano no solo se adapta, sino que también inspira. Del papel a la pantalla, del humor a la poesía, el fumetto sigue trazando su propio camino, con tinta, compromiso, pasión y un estilo inconfundiblemente italiano.
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