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Arranques de optimismo

Actualizado: 30 jun 2022

En un arranque de optimismo, me casé.

-¿Por qué más si no por amor y optimismo se casan las personas?


En un arranque de optimismo, renuncié a mi trabajo.

-¿Quién dejaría su trabajo a cambio de “nada” en estos tiempos de crisis?


En un arranque de optimismo, dejé todo y me vine a San Remo.

-¿Acaso estar frente al Mediterráneo me traería paz?


Y para balancear tanto impulso, apenas y sabía hablar italiano.

-Bienvenida de vuelta, realidad.


A veces, es mejor reír. Reírse frente al espejo. Y reírse de nuestro día a día.


Hoy se cumple un año de que llegué a San Remo, y sí, sigo casada con Luca. Y si he dicho que ha sido por un arranque de optimismo es porque así fue y lo volvería a hacer mil veces más.


Nos acostumbramos a ser frenados por las voces a nuestro alrededor y detenemos nuestros “arranques de optimismo”. Y aunque quizá alguno que otro está muy disparatado y no siempre traen consigo los resultados que deseamos, aparecen para recordarnos que estamos vivos.


No entendía una pizca de italiano cuando conocí a Luca, pero él habla perfectamente español, así que la pereza me invadió y nunca me exigí aprender el idioma. Fue hasta que mis arranques de optimismo me dieron una suave y delicada cachetada al llegar a Italia.


Renuncié a mi trabajo sin importar que la crisis abunda en estos días. Y a pesar de que las voces externas que me llamaban “loca”, acepté trabajar en el área de aseo del teatro Ariston; el único lugar donde no había tanto problema en no hablar italiano. Donde cada día recojo las migajas de comida, limpio las butacas de cada sala y me paseo entre las funciones musicales o de teatro para distraerme un poco.


A veces me pregunto que sería de mí si hubiera frenado mis arranques de optimismo.


Quizá seguiría en la misma oficina aburrida cuyo buen sueldo no se compara con la felicidad que siento cada vez que salgo del trabajo y camino por el “Paseo de la Emperatriz”, con esa preciosa vista al Mediterráneo.


Quizá seguiría sumida en mi pereza y sin estrés, al no necesitar extender mis conocimientos y estudiar otro idioma. Pero incluso en los momentos de desesperación, en medio de las horas de estudio, me hacen sentir que soy capaz de lograr cualquier cosa y que el simple hecho de estudiar italiano, me abre las puertas a este bello mundo.


O quizá estaría en algún puesto importante de alguna distinguida empresa, pero no cambio la paz que siento al saber que con lo que soy y tengo, soy muy feliz.


Llegar a casa y abrazar a Luca, disfrutar de nuestro tiempo libre en la playa y gozar una deliciosa Sardenaira (la focaccia con tomate típica de la zona), me son suficiente para sentirme viva todos los días, en los buenos y malos momentos.


Y sí, quizá no tenga una oficina o el mejor sueldo, pero tengo mucho amor que dar y mucho que admirar en este bello país.


Aunque dentro de todo, hay que seguir buscando lo mejor. Así que ahora me estoy peinando, riéndome frente al espejo al pensar en todo lo que ha sucedido en este año en San Remo. Y me preparo llena de emoción para ir a una entrevista de trabajo en una importante agencia de publicidad, porque de nuevo, en un arranque de optimismo envié mi CV.


Quién sabe a dónde me lleve todo esto, al menos los nervios que tengo ahora me hacen sentir viva y que yo tengo el poder de decidir hasta dónde puedo llegar.


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