Italia es el paraíso para quienes creen que la vida sabe mejor con una copa de vino en la mano y un plato lleno en la mesa. Aquí, el maridaje entre vinos y comida no es solo una cuestión de gusto, es una ciencia y, seamos honestos, un arte digno de los grandes maestros. Si alguna vez te has preguntado cómo los italianos logran que un sorbo de vino eleve un bocado de pasta al cielo, este artículo es para ti.
Primero, un clásico: Chianti y ragú. Este vino tinto de la Toscana tiene la suficiente acidez y estructura para equilibrar la intensidad de una buena salsa boloñesa. Es como si la acidez del Chianti le susurrara al ragú: “Tranquilo, yo me encargo”.
Si te encanta el risotto, en especial el risotto alla milanese con azafrán, acompáñalo con un Barolo del Piamonte. Este robusto tinto, conocido como el “Rey de los Vinos”, tiene la fuerza necesaria para destacar entre el sabor intenso y cremoso del plato. Aquí no hay competencia, solo una alianza perfecta.
Para los amantes del mar, un Prosecco fresco y burbujeante es el acompañamiento ideal para los antipasti di mare, como ostras o carpaccio de pulpo. El contraste entre la burbuja chispeante y la textura del pescado es pura poesía gastronómica.
Y si hablamos de pizza, la combinación más icónica es la Margherita con un Lambrusco tinto espumoso. ¿Un vino tinto con pizza? Claro que sí. Este vino ligero y frutal equilibra maravillosamente el tomate y la mozzarella, transformando la simpleza en magia.
El secreto del maridaje italiano está en la armonía: el vino no debe opacar la comida, ni la comida al vino. Ambos trabajan juntos como un dueto afinado. Así que, la próxima vez que descorches una botella, recuerda: en Italia, cada sorbo cuenta una historia, y cada plato la completa.
Salute!
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